Opinión

Tradiciones

Susana Gisbert

Leo esta semana espantada que en Rusia pretenden despenalizar la violencia de género y doméstica, y que algo tan terrible como pegar a la mujer, a los hijos o a la abuela, no será delito si se hace una vez al año. Y no solo eso. Se me ponen los pelos como escarpias leyendo la justificación en una tradición: la de salvaguardar la autoridad paterna.

Si me pinchan no sangro. No sé que es peor, la decisión o cómo se justifique. Como si la tradición tuviera un poder legitimador solo por serlo.

Cuando hablan de tradición para sostener barbarie semejante, me acude rápidament a la memoria otra práctica salvaje que algunos pretenden defender desde la tradición: la mutilación genital femenina. Y cuando, por fin, anda el mundo dando pasos para acabar con ella y aduciendo que el salvajismo no es menos salvajismo porque lleve repitiéndose en el tiempo.

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La tradición es, segun el diccionario, la “transmisión o comunicación de noticias, literatura popular, doctrinas, ritos, costumbres, etc, que se mantiene de generación en generación”. Partiendo de ello, podría incardinarse el hecho de marras dentros de los ritos o costumbres que se transmiten, pero no todo vale. En derecho está bien claro que nunca es admisible la costumbre contra legem, y en la vida diaria debería estar claro también. Ninguna tradición puede amparar una violación de derechos.

Me gustaría saber qué opina la –sí, es mujer- promotora de esta reforma legal de cosas como sacrificar a una virgen para satisfacer a los dioses, deformar los pies de las niñas japonesas, no poder salir a la calle sin burka o la ya citada mutilación genital, por si también los considera tradiciones. O, ya que es una mujer, el hecho de que se tenga que andar varios pasos detrás del marido, necesitar su permiso para salir del país o no poder acceder a determinadas carreras o profesiones –la suya, entre otras-, que también fueron costumbre o tradición en un momento dado. Tal vez esas tradiciones no le parecieran defendibles por el hecho de serlo como a la mayoría de las personas civilizadas no nos parecen la que ella defiende.

La tradición puede amparar cosas como comer polvorones o cantar villancicos en Navidad, pero no es un argumento serio para sustentar semejante barbaridad. Ni ésa ni ninguna otra. Y es muy peligroso si sienta precedentes como motivo para conservar cualquier tipo de prácticas.

Igual, cualquier día, nos vemos arrastradas por los pelos por cualquier homo erectus vestido con taparrabos dispuesto a meternos en su cueva, que sería tradición al fin y al cabo. Una tradición, precisamente, de los tiempos de los que parecen no haber salido quienes defienden tales cosas. Ojala se quedaran allí para siempre y no encontraran máquina del tiempo para regresar.

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