Valencia

La tapa, de clásico popular a patrimonio universal

Marca España en estado puro. Embajadora gourmet por méritos propios con adn nómada para colonizar culinariamente el resto del mundo

Tino Carranava

El calor ha tardado en llegar y con la primavera ciclotímica a punto de expirar escuchamos una interesante noticia. El ministro de Educación y Cultura propuso a la directora general de la Unesco, durante el foro Nueva Economía que las tapas pasen a ser consideradas Patrimonio de la Humanidad. Semejante iniciativa nos emociona y provoca un «Trending Tapa» sin postureo. Sin más dilaciones pasamos a hablar del tapeo.

Escribir sobre las tapas de manera genérica implica un delicado ejercicio de introspección. En plena precampaña surge la candidatura de la tapa como patrimonio universal. Los sondeos gustativos, a pie de barra, nos indican que la propuesta goza de un apoyo unánime. Sin reservas. La lucha será dura enfrente, en esta ocasión, también aspira a ser declarada patrimonio intangible la gran dama de la cocina italiana, «conditio sine qua non», la pizza.

El tapeo actual escapa a esa condición preasignada de simple apéndice de aperitivos y sobremesas. La diversidad de las tapas nos enriquece porque nos muestra mundos hosteleros complementarios. Tapas perfectas, auténticos caprichos para gourmets. El flechazo es evidente. El «sorpasso» gustativo es claro con la incógnita de lo que encontramos dentro.

Amada por custodios gastrónomos, respetada por prescriptores culinarios y consumida cotidianamente en formatos sugerentes, es la gran dama de la gastronomía patria. Como factor común denominador de la hostelería regional en sus múltiples versiones, agita aperitivos, protagoniza sobremesas y forma parte de nuestro ajuar gustativo. El momento no puede ser más apropiado en plena controversia «gastroidentitaria».

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Tapas en Valencia
Tapas en Valencia

La tapa ha sabido ensanchar su influencia local al proyectar una imagen universal muy superior a su peso específico real. Tras ser evolucionada por la alta cocina se erige como líder de facto de la gastronomía más representativa. Con curiosidad, revisitamos tapas añejas en paralelo a las creaciones vanguardistas. Todos somos devotos de la tapa, de manera cotidiana los paladares caen en un estado de enajenación gastrónoma. Tapeo ilustrado, excelencia popular. De inocua trivialidad hostelera a microexperiencias de alta cocina. A pesar de ese contrastado esfuerzo culinario, porque no decirlo, a veces nos topamos con quincalla gustativa.

Lujo cotidiano para todos los públicos y para todos los presupuestos. Su versatilidad culinaria es tan concluyente que no hay temor a una sobreexplotación hostelera. Costumbre local irrefrenable con carisma cósmico. En su quehacer diario el universo hostelero nos ofrece múltiples oportunidades de vivir las tapas. Fruto de intensas meditaciones culinarias surge la tapa de autor, como simulacros exitosos de alta cocina, que se reproducen jalonados por rutas y concursos de manifiesta calidad. Pero esto merece otro capítulo.

La tapa se ha convertido en el mejor escaparate culinario nacional. No hay icono que simbolice mejor la variedad de nuestra gastronomía. Embajadora gourmet por méritos propios, con adn nómada para colonizar el resto del mundo, mientras la infantería hostelera, dirigida por emprendedores cocineros españoles, conquista paladares allende de nuestras fronteras.

El tapeo es uno de los rostros de nuestra gastronomía. Reclamo imprescindible de barras con sus looks glamurosos. Nada es accesorio. Refugio idóneo donde poder retener las tradiciones gastronómicas. Hacedora de felicidad gustativa condensa la quintaesencia culinaria nacional de manera intemporal. No hay que ir a la moda, nuestra protagonista siempre está de moda.

Marca España en estado puro. Ojalá la tapa se vista de largo en la fiesta del reconocimiento de la Unesco. Nos apuntamos a la universalización de estos bocados que nos empapan de sabores y aromas. De clásico popular a patrimonio universal.

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