Artificios

Vicente Torres

Consiste en este caso en una construcción teórica en la que el titular se presenta como un sibarita de la educación, en la que incluso hace alardes de delicadeza extrema, con lo cual persigue desarmar al interlocutor haciéndole creer algo que no es cierto. Este andamiaje teórico tiene fallos, porque de no ser así no sería teórico, sino que tendría una base real y todo lo que surgiera de él sería cierto. Cuando estos fallos se hacen patentes se subsanan de cualquier modo, pero con la ventaja que proporciona el marco altamente educado que impide cualquier peligrosa aproximación. Las distancias, e incluso las medias distancias, resultan muy útiles según en qué casos.

Pero estos artificios también contienen algún peligro y es el de que sus artífices se sientan tan satisfechos de su obra que, lejos de mantenerse en los límites que marca la prudencia, tengan la tentación de ir más allá y caigan en ella y se muestren ufanos en lo alto de su castillo de naipes, tratando de abrumar, o incluso humillar, a otro, siendo el caso que este otro sabe que si sopla todo se viene abajo.

La cuestión es esa: ¿Qué necesidad tenían de burlarse de otra persona? ¿Por qué construir toda esa ficción? ¿Es correcto el uso del talento para fines que son claramente espurios?

Cuando alguien gasta tiempo y energías en hacer cosas que no llevan a ninguna parte, o sea, que no repercuten en algo positivo para la humanidad, puede decirse que ninguna cosa de las que hace sirve para nada. Todo es tiempo perdido, pólvora gastada en salvas, gloria para los genios de lo inútil.

Probablemente el campo de la inutilidad sea muy vasto y aunque sean muchos los que se internan en él no debe de ser digno de ser explorado de modo científico, puesto que no deja huella.