Corrupción: ni son todos los que están, ni están todos los que son

Antonio Gil-Terrón 

Un ciudadano va al cajero automático de su banco y tras marcar retirar 30€, contempla como por la rendija salen 300€. Preocupado, pulsa la tecla correspondiente y comprueba que en su saldo tan solo le han cargado 30€. Tras mirar a derecha e izquierda, mete la totalidad del dinero en su bolsillo y desaparece a paso ligero.

¿Qué hubiese hecho usted? ¿Callarse y quedarse con el dinero…? ¿Devolver el dinero al banco e indicarles que reparen el cajero…? ¿Callarse y volver al día siguiente a probar suerte y repetir la jugada…?

En España el tema de la “corrupción” es uno de los que más preocupa según las encuestas, metiendo bajo ese epígrafe, en un mismo cajón de sastre, a toda una sarta de marranerías deshonestas, de las cuales – la mayoría – poco tienen que ver la manida “corrupción” y sí, mucho con la falta de honradez. Pero qué más da; el país tiene la cultura que tiene y no se le pueden pedir peras al olmo.

Al final con lo que nos encontramos es con gente honesta y gente de deshonesta. Todo lo demás son ganas de marear la perdiz.

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Personalmente pienso que una persona honesta no es la que jamás ha sido deshonesta, sino aquella que habiendo tenido la oportunidad de serlo y lucrarse ilícita e impunemente, ha preferido hacer lo correcto y devolver lo que no es suyo, que en el caso relatado al principio, consistiría en devolver al banco el dinero recibido de más.

Aunque claro, para justificar lo injustificable, en este caso la deshonestidad propia, ya tenemos el refranero español para darnos la absolución con alguna de sus sentencias barriobajeras, más propias del paisano Sancho Panza que del caballero Don Quijote.

Como dijo Jesucristo, el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra.

@elvelorasgado

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