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Muere Muhammad Ali, el hombre que reinventó el boxeo

Fue un boxeador hegemónico, una rebelión en sí mismo, un grito de igualdad entre negros y blancos y la constatación de que el deporte puede inculcar la paz

MH.- El triple campeón mundial de los pesos pesados, murió ayer 74 años, en un hospital de Phoenix (Estados Unidos), al sufrir una insuficiencia respiratoria, después de que sus últimos años de vida estuvieran marcados por el Parkinson

Apodado ‘el más grande’, su decisión de negarse a hacer el servicio militar e ir a Vietnam provocó una gran controversia que llevó a que se le despojase de su título y se le prohibiese pelear durante tres años y medio. Una de sus peleas más recordadas la disputó contra George Foreman en el denominado ‘Combate en la jungla’ en Kinshasa, en la República Democrática del Congo.

Hay vidas que necesitan de una explicación más allá del deporte. Es el caso de Muhammad Ali, un atleta de éxito, un boxeador hegemónico, pero también una rebelión en sí mismo: un grito de igualdad entre negros y blancos y la constatación de que el deporte puede inculcar la paz. Y todo esto, con un torso cincelado y un guante de crin en cada mano*.

A diferencia de sus predecesores en el trono de los pesos pesados, Cassius Clay no tuvo que pasar por el trance de ver hundirse a sus padres. Él era de clase media negra, y desde ese escalón, superior al de Floyd Patterson o Sonny Liston, construyó su conciencia de clase.

Cassius Clay (luego Muhammad Ali)* conoció de primera mano la cara más cruda del apartheid. Vio cómo le negaban un vaso de agua a su madre en un restaurante del centro y cómo los blancos hacían cola siempre por delante de los negros*. Esa desigualdad le marcó y con el tiempo se propuso ser el campeón de la gente de color, el ejemplo de que se puede alcanzar la cima sin plegarse al poder blanco ni a la mafia que entonces dominaba el boxeo profesional.

No solo fue el mejor y más talentoso boxeador de su generación, sino que representó muchos de los valores que hoy consideramos imprescindibles. Desde el cuadrilátero renovó algunos aspectos de su deporte. Fuera del ring se atrevió a desafiar la supremacía blanca y negarle su cuerpo y su espíritu a la nación más poderosa del mundo. Muhammad Ali puso a temblar los cimientos de Estados Unidos cuando rechazó con vehemencia participar en la Guerra de Vietnam, un conflicto que cada vez contaba con menos apoyos.

El primer desencuentro del boxeador con el Ejército estadounidense fue entre 1963 y 1964*, poco antes de pelear por primera vez con Sony Liston, su antagonista. Lo citaron en Coral Glabes para realizar los exámenes físicos y escritos que todos los reclutas debían superar. La biografía que David Remnick escribió del boxeador asegura que Ali no fue capaz de mostrar su aptitud: consiguió un resultado tan bajo que le atribuyeron un cociente intelectual de 78.

El púgil, todavía conocido como Cassius Clay, salió bastante avergonzado de aquella experiencia, pero supo tirar de orgullo y carisma para mitigar su fracaso:

—He dicho que soy el más grande, no el más listo*.

Dos años después, volvieron a llamarlo a pesar de esa baja calificación. La guerra se estaba recrudeciendo y llamaron a filas a los reclutas menos capaces. Por entonces Muhammad Ali ya era el campeón mundial de los pesos pesados y había mostrado su simpatía por el Islam. Convertido en una especie de subversivo, los periodistas le preguntaron qué pensaba de la Guerra, del presidente Lyndon B. Johnson y del Vietcong, enemigo del Ejército americano.

—Yo no voy a pelearme con el Vietcong ese*.

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Esa respuesta, llena de ignorancia y convencimiento a partes iguales, simboliza de alguna forma todo lo que era Muhammad Ali: un hombre con las ideas claras aunque no supiera expresarlas con fluidez. Un tipo espontáneo y fiel a sus principios, aun a riesgo de que le quitasen los cinturones de campeón. Un deportista que, por todo lo anterior, trascenderá al oro y las medallas.

Llegar a ser el mejor

Cassius Clay desarrolló un sentido del espectáculo sin precedentes. Quizá por las ganas que tenía de reivindicar a las personas de color, quizá porque realmente lo creía, Muhammad Ali se autodenominó desde muy joven como «El mejor del mundo». Su primer gran éxito fue en los Juegos Olímpicos de Roma*, en 1960, donde consiguió la medalla de oro en la categoría del peso semipesado. Allí conocieron sus dos versiones: por un lado el joven convencido de su grandeza y por otro el gigantón cargado de miedos.

Lo que peor llevó de su estancia en Roma fue el hecho de volar. Le tuvieron que convencer de que no era posible llegar hasta Italia en tren (el medio de transporte que más utilizaba). Tras mucho negociar, su entrenador de entonces, Joe Martin, le convenció: «Al final aceptó volar», declaró al Courier Journal. «Pero antes se metió en una tienda de excedentes del ejército y se compró un paracaídas. De hecho, lo llevó puesto durante el trayecto en avión. Fue un vuelo bastante agitado, y ahí estaba él, en el pasillo, rezando, con el paracaídas puesto».

A la mañana siguiente de conseguir la medalla de oro se encontró con Floyd Patterson por la Villa Olímpica. A Cassius Clay no le hizo ninguna gracia que el campeón mundial de los pesos pesados le quitase el protagonismo. Se acercó hasta él y se presentó.

—Floyd me dio la enhorabuena con la mano floja, sin apretar —dijo después—. Me sentó muy mal. El tipo me insultó, y algún día tendrá que pagar por ello.

Campeón precoz

Su gran oportunidad le llegó a comienzos de 1963, cuando tras mucho insistir le pusieron delante de Sonny Liston, el campeón mundial de los pesos pesados. Clay llegó a presentarse en el pesaje de una pelea anterior entre Liston y Floyd Patterson (los dos campeones que le precedieron) pidiendo a gritos que le concedieran un combate contra Liston, al que llamaba «El oso feo».

Cuando llegó esta ocasión, además de incidir en el insulto a Sonny Liston, Clay demostró cierta habilidad poética. Compuso un poema más o menos elaborado prediciendo su victoria: «Ved al joven Cassius Clay / peleando contra el Oso. / Liston recula y recula / y va a acabar en el foso, / porque en el ring ya no hay sitio / y eso que es muy espacioso. / Clay le pega con un puño, / luego le da con el otro. / El único que pelea / es Cassius Clay el Hermoso. / Liston recula y recula / y recula receloso: / ya solo es cuestión de tiempo / que llegue el KO por destrozo». Y todo esto en un  tono reivindicativo y ante la prensa.

A lo largo de su carrera, Clay tuvo dos combates con Sonny Liston. Ganó los dos. En el primero presentó un estilo revolucionario, lo que luego se conoció como «Volar como una mariposa y picar como una abeja». En el segundo se hizo eterno gracias al golpe del ancla. Un golpe que no fue tal, sino la celebración de otro que tumbó a Liston en esta segunda pelea.

*Fuentes: Del libro ‘Muhammad Ali’ de Richard Durham – 1ª edición 1976; ‘Greatest of all times’ de Benedikt Taschen, 2003

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