Opinión

Comida a la basura

Jose Segura / LO QUE HAY

Los que nacimos en momentos de escasez, tenemos seguramente un respeto por la comida que hoy se está lamentablemente perdiendo, con toneladas de alimentos arrojados a la basura tanto por las familias como por los propios distribuidores y productores.

Doy fe de que los besos al pan que nos relata Almudena Grandes, cuando un trozo caía al suelo, son ciertos. Así nos enseñaron, aunque de manera tan primaria, que el alimento era un bien escaso que había que agradecer en vez de despreciar.

Por eso, cuando este fin de semana he leído el documentado reportaje sobre el desperdicio de alimentos, publicado en El País Negocios, no he podido por menos que sonrojarme, aun sospechando que cosas así ocurren en nuestro país desde hace mucho tiempo.

Son ya muchos los años en los hemos visto protestar a agricultores y ganaderos, derramando la leche por el suelo o destrozando sus tomates u otras hortalizas y frutas, imagen que siempre me ha sacado de mis casillas. Como también es demasiado el tiempo que hace desde que los supermercados se deshacían de los sobrantes del día tirándolos a los contenedores. Aunque también es cierto que en los últimos tiempos, esta vergonzosa costumbre se va superando con donaciones a los bancos de alimentos o con una mejor gestión de la cadena logística.

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Tantos años como los que venimos observando a tantas personas desfavorecidas que rebuscan en la basura algo que llevarse a la boca. Una escena que ha crecido alarmantemente, durante los largos años de esta crisis económica que aún dura, y que se ha convertido en la imagen simbólica de los millones de personas que fueron abandonadas a su suerte por el gobierno que ahora permanece en funciones, a la espera de que los partidos políticos pacten sobre las auténticas prioridades de nuestra sociedad.

Sólo en España, país considerado como el séptimo más derrochador de la UE, se desperdician cerca de ocho millones de toneladas de alimentos al año, de los cuales más del 40% son desaprovechados en nuestros propios hogares, sea porque compramos mal o por no conservarlos correctamente. Un derroche que no deberíamos permitirnos, tanto por razones éticas y morales, como por motivos económicos y de agravio comparativo con los más desfavorecidos.

No todos los valores de antaño merecen ser recuperados en la actualidad. Pero entre los que si requieren una pronta actualización, se encuentra sin duda el respeto a los alimentos, que de paso significaría que estamos asumiendo conscientemente lo mal repartido que está este mundo. Me parece inmoral lamentar las miserias de los refugiados vistas en el telediario y dejarse medio plato sin comer por pura dejadez.

Twitter: @jsegurasuarez

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