Montañas de diseño, tontacos a la vista. (Parte uno)

Decenas, cientos, miles, millones de personas se atrincheraban detrás de gigantescos bocadillos y de voluminosas jarras de cerveza por los bares de la zona

Perico Cansino

Viernes Santo amañanando, el día de antes recibo la propuesta de ir a montañear  por estas bellas tierras valencianas para conocer un par de rutas por la zona de Chulilla. Acepté de inmediato; uno, por curiosear y hocicar esa zona, y dos, por recordar mis viejos tiempos adolescentes en los que  dedicaba los veranos  a andurrearme  de arriba abajo  las sierras de Cazorla, Segura y las Villas que me vieron nacer y esporádicamente crecer. El tema iba de pasar la mañana andando, airear los pulmones cargados de tabaco y de ciudad, pararse, ver, callarse, sentir… A los que les gusta la montaña saben a lo que me refiero.

perico1Llegando a Chulilla empiezo a mosquearme más que un pavo en Navidad cuando veo la cola de coches que avanzan en caravana como si de una procesión, muy acorde con el día, se tratara. Pero mi  mente que siempre suele ver el vaso medio lleno, me decía que no; que estos van a almorzar por aquí, a pasar su hermoso día de campo, a volar la cometa,  a ver a la familia, a ocupar merenderos y a dejarlo todo con más  mierda que el palo de un gallinero, que es lo preceptivo aquí  en esta bendita España.

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La cosa y mi morro se  torcieron cuando llegando a la plaza del pueblo empiezo a divisar autobuses. ¡Tate!¡Esto no es lo que te esperabas Perico! Decenas, cientos, miles, millones- yo que sé- de personas  se  atrincheraban detrás de gigantescos bocadillos y de voluminosas jarras de cerveza por los bares de la zona, por las callejuelas, por las placicas, por la tierra, por el mar y por el aire.

-¡Tira, no pares!¡Salte de aquí!

Atravesamos el pueblo y aparcamos en medio del campo cerquita de la carretera, blancos como el culo de un vampiro del estupor que nos había entrado por los ojos y nos llenaba la boca de bilis. No había demasiada gente por allí, mochila al hombro con el agua y los frutos secos, zapatillas bien anudadas y sudadera de esas que si hace frío te la pones y si hace calor te la quitas, empezamos a caminar bajo un majestuoso sol  matinero que nos recibía con los brazos con el murmullo del agua muy debajo de nuestros pies y los picos de las montañas muy por encima de nuestras cabezas …( to be continued)

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